Tiemblo tu ausencia,
casi no veo,
casi no hablo.
Arrebatadas hojas de plátano –
hierbabuena para tus sueños,
coco, jugo, vida
carne blanca caída,
restos para que coma la ira.
Desplacemos la presencia del tiempo,
todo de una vez, todos de una vez:
cuerpos mudos, cada uno con su aura
aplastándose para caber en el segundo
todos iguales, mujeres, hombres y niños
petrificados a las veintitrés.
Luego las hormigas se pusieron en marcha
para trotarlos igualmente
para unirlos en su ausencia
¿dónde estarán?
y los esperaremos un año y otro
un salto de conejo, un parpadeo de tortuga.
El sentido último se nos ha escapado.
Te amo, pero esto no tiene nada que ver.
Por ahora la montaña nos encubre con su aliento congelado
por ahora la fiebre nos calienta estos extraños cuerpos
que todavía se abrazan de lado.
Por ahora hubo demasiadas palabras
y lo no-dicho ya no existe.
Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida
Rebeca me recuerda a veces
la grandeza de la realidad.
Dormida.